María excavaba fina y
cuidadosamente sin descansar, llevaba casi tres meses en aquel caluroso y a la
vez frío lugar, en medio de las elevadas montañas de la cordillera de los
Andes, no se rendía, no perdía la esperanza de encontrar algo valioso, pues era
una joven arqueóloga en su primera misión, se sentía especial. La acompañaba un
equipo compuesto por tres compañeros Luis, Antonio y Ángel y un profesor,
Euclides. Entre ellos era la más joven e inexperta, además la única mujer,
había sido seleccionada por sus buenas notas y su carácter, su profesor veía en
ella algo especial, no se rendía jamás. Era una joven madre, tenía 23 y una
hija de 5 años, quién se encontraba bajo el cuidado de sus padres, quienes le
daban su apoyo y la alentaban a seguir sus sueños. Aun así, pensaba
constantemente en su hija Sara, un sentimiento de culpa la consumía a ratos,
¿Será que piensa que soy mala madre por no estar a su lado todo el tiempo?
¿Será que cuando crezca me va a juzgar? ¿Se sentirá abandonada?
Aquella zona en la que se
encontraban había estado prohibida por más de cincuenta años debido a la
guerra, y ahora que todo estaba aparentemente calmo, el profesor Euclides había
decidido buscar financiación y atreverse a visitar aquel lugar tan lejano de la
capital, tenía evidencias, antiguos manuscritos relataban que hacía mucho
tiempo, estas tierras habían sido habitadas por comunidades nativas. Un viejo
mapa los guio, tenía que ser el lugar, era un mapa de mediados del siglo
diecinueve. Después de varios días, la paciencia y constancia dieron frutos y
María vislumbró algo extraño, diferente a esa enorme cantidad de rocas que
hubieran sido de mucha utilidad para un estudiante de geología. Era algo gris o
más bien plateado, brillaba, era casi medio día y el sol en su esplendor hacía
que este sobresaliera mucho más. Se emocionó llamo a Euclides y a sus
compañeros quienes estaban a tan solo unos metros, Euclides pensó “sabía que
María era clave para este proyecto”, María estaba exhausta y asustada y la
invadían los continuos “y si”, y ¿si simplemente se trata de una fosa común? y ¿si
es alguien desaparecido? y ¿si es un caballo o un perro? Trato de calmar su
mente, lo logró, más no calmó su corazón.
Finalmente, después de dos horas
de arduo trabajo, el equipo consiguió vislumbrar un maravilloso hallazgo, era
un cuerpo, cubierto con una hermosa túnica de coloridos tejidos y lo que
parecía cabello era realmente “Khipu” aquel enmarañado sistema de nudos e hilos
que empleaban los nativos americanos para contar, es decir, que con aquel
cuerpo había un mensaje por descifrar. María suspiró una vez más, pensó en Sara
y se dijo a si misma, soy una buena madre, soy un gran ejemplo para mi hija,
quiero descifrar este código y contarle a Sara que ha sido su madre quien lo
vio por primera vez después de muchos años, y enseñarle lo maravillosa que es
la arqueología y la historia en los Andes que habitamos y del cual queda mucho
por descubrir.
Hermosa historia! Me encanta que una mujer sea protagonista de un hallazgo importante y de hacer historia. Felicitaciones!
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