En una casita campesina, rodeada por las majestuosas montañas de Santa Bárbara, se encuentra Lu, una niña de cinco años. La visita con frecuencia su querido abuelo, un carpintero de manos benditas que tiene un corazón tan cálido como el sol de verano que abraza las montañas y tan tierno como el rocío de la mañana. Felices y sonrientes juegan a las cosquillas Lu y su abuelo, a quien adora con todas las fuerzas de su corazón.
En sus cinco años Lu ha tenido
una vida llena de amor, va a la escuela cada día caminando con sus botas de
caucho por los barrialosos caminos del campo. Los días pasan tranquilos y en la
cotidianidad de ellos, Lu es feliz, ansiosa espera la próxima vez que podrá
jugar con su querido abuelo, la última vez que la visitó, le dio una gran
sorpresa: había fabricado para ella, con sus propias manos, un magnífico
celular de madera, que ella atesoró con mucho amor.
Un día como cualquier otro, de
mañana, Lu despierta y todo parece normal: sale el mismo sol, se dibujan las
mismas espléndidas montañas al horizonte y se oyen los mismos pajaritos cantar
sobre el puntiagudo pino del patio. Pero algo fue diferente, su padre recibió
una extraña llamada anunciando la pérdida de un ser querido, su madre, con una
evidente tristeza en sus ojos, la mira diciendo:
--Su abuelito se fue al
cielo.
En su inocencia, Lu no comprende
la muerte, sólo puede ver como su casa se vuelve un caos y su padre llora
desconsoladamente. A los pocos días, Lu y su familia se encuentran en el
velorio de quien, en vida, fue el más amado de sus abuelos. Observando a la
gente llorar, Lu no puede entender cómo de un momento a otro, su más fiel amigo
ya no está.
En su pequeña mente, Lu
creía que, si llama a su abuelo desde su celular de madera, podría pedirle que
volviera. Lo hace cada mañana, sin embargo, nunca responde. Lu sentía que,
aunque su mundo estaba en pedazos, todo lo que la rodeaba seguía igual, como si
solo ella lo echara de menos.
Con los años, Lu lo acepta. Ahora
es una joven que sabe el significado de la muerte. Durante su adolescencia
lloró muchas veces contándole sus malas experiencias a una fotografía de su
abuelo en secreto. Sin embargo, ahora Lu sabe que su amor por ella se
transformó y ahora la acompaña en el sol, en el rocío de la mañana, en el
cantar de los pajaritos, en las imponentes montañas de Santa Bárbara. Cada vez
que la brisa acaricia su rostro, siente que es él, asegurándole que nunca la
estará sola.
Un emotivo cuento sobre el amor entre una niña y su abuelo, y cómo ella transforma el dolor de su pérdida en una presencia eterna en la naturaleza.
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