La brisa fría anuncia una
llegada, pero lo único que se percibe es el ruido de las olas estrellándose
hacia su fin en la arena. El paisaje empieza a pintarse con el atardecer. Las
palmas, impasibles, se mecen de un lado al otro saludando la brisa que llega, y
sus sombras bailan libres sobre el suelo e incluso sobre mi piel. Eso me hace
notar las huellas que hay en la arena; parecen viejas y perdidas como los
granos que se lleva el viento hacia el mar.
A lo lejos, se vislumbra una
nueva sombra, aunque está muy lejos de la orilla. Por el ruido parece un niño,
aunque es difícil saber si se ahoga o solo se ríe al jugar. La brisa suena con
furia, como queriéndome alertar. El niño no parece importarle nada más que
perderse nadando hasta el horizonte.
¿Debería llamarlo? ¿Me escucharía
acaso? ¿O solo se oye a sí mismo y al mar? ¿Hasta allá llegará la brisa?
¿O está tan estancada como yo, en
la orilla?
De la nada, el océano me
transmite un silencio profundo que me envuelve en un vértigo inmenso. Mis
palabras parecen secas como arena. Cuando intento gritar, para llamar a aquel
niño, el sonido parece chocar con las olas del mar. El calor del día ahora me
sofoca; las sombras de las palmas se han movido de lugar.
Pese a todo, ahora distingo bien
el sonido del niño. Ríe. como si fuera por mí. Puede que piense en eso de la
gente que se ahoga en un vaso de agua… y yo, sin tocarla, me encuentro así. Me
he contagiado su risa. Y con el impulso de un niño al que llaman a jugar desde
su casa, corro hacia el mar.
Todo en mí burbujea al tocar el
agua. Parece que sintiera el ritmo del mar. Ahora mi tiempo en la orilla parece
un mal sueño.
Él sigue lejos, rumbo al
horizonte en su encuentro con ningún lugar. Pero yo me sumerjo en lo profundo.
Ahora sé que el horizonte nunca
fue para mí. Aquí, en el fondo, todo es más inquietante, y hay más de un
secreto por descubrir. De niño temía al mar por no saber nada. Y hace poco, por
no saber adónde ir. El niño ya no se ve en el horizonte, pero estoy seguro de
que sigue ahí.
Ahora la brisa es burlona. La
playa, antes serena en el ocaso, parece inquieta. Un pez salta como si se
burlara del cielo. Un cangrejo corre en círculos como si hubiera perdido algo
importante. Una tortuga bosteza lentamente mientras dibuja una espiral en la
arena.
Qué profundo es el mar.
No lo digo por haber llegado al
fondo,
sino por detenerme a mirar.
me pareció una manera hermosa y poetica de describir la transformación a través de la contemplación. Me gustó mucho
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