miércoles, 2 de julio de 2025

Sales de Laura Rojas Ramírez

 

El frío cala y cala y se va metiendo dentro de vos hasta que sólo queda una masa homogénea donde no sabés cómo separar la soledad y el resto de tu anatomía palpable; cuando te metés en el helado caudal del río y lo único que podés es sentir, ahí estaba yo. No estaba ella, quizás se había ido hace años y no me di cuenta, hay cosas que sólo suceden y uno no asimila; así mismo fue el día que me dijo que no me quería recordar y aún así se quedó.

Todo se ablanda, se hunde, se va fácil como el polvo de las ventanas que llega desde la carretera por la que pasan unos miles, que no tienen cara, ni vista, ni voz, todos vacíos como vos, donde todo pasa por dentro; otra estación más por la que corre el viento, revuelca y sigue el camino. Ahora no era sólo ella la que no quería recordar. Yo, en trance, sin pretensión alguna de volver. Pasa alguien que me pregunta si me perdí, pero no lo sé. Todo parece conocido y al mismo tiempo sé que nunca estuve aquí antes.

La cerveza que llena el vaso y luego se vacía, y así en bucle toda la noche, todas las noches de bar, de todos esos miles que pasan, pero no van, no están, no existen. Las notas sueltas de un violín dan vueltas y vueltas y vueltas en tu cabeza y ves cómo se va formando un torbellino, al final caés en coma, sin la necesidad o el anhelo de volver a abrir los ojos. ¿Será que ella me piensa cuando abre los suyos? No puedo preguntarle ahora, se metió en mí como el licor que me acaba de quemar el esófago.

Con nostalgia ves la vida desde el miserable lugar que te tocó, te agachás a recoger un poco de arena, sentís la brisa fría, de mares donde no hay fiestas ni bikinis, sólo domingos turbios que alguien olvidó y un par de almas que se pasean caminando lento por la orilla. Ella no está hoy, yo tampoco, las sales me llenan los labios, de brisa, de lágrimas, de mar.

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