Iba preparado, nada me podría
agobiar, era algo que debía hacer para seguir con mi vida. Hice el recorrido
atravesando las empinadas montañas y al empezar el descenso hacia el pequeño
valle tuve que bajar del caballo, pues la maleza se había apoderado del camino
y de todo lo que antes eran potreros que recorrí persiguiendo caballos
renuentes a dejar su libertad. Mientras me abría paso pensé en el canto de los
pájaros - ¿Ese es un azulejo? No… es un turpial. No, son todos al tiempo. Tanto
canto y aun así siento que hay un silencio que empieza a apretarme el
pecho.
Al llegar contemplé la casa.
Todos mis sueños han estado anclados en este rincón, como si el tiempo se
hubiera detenido en ellos, como si el haber recorrido y visto las maravillas
del mundo no hubieran sido suficientes para reemplazar este lugar en mi
memoria. Ahora está el techo oxidado y la cocina caída. La
recordaba pintada de una verde menta en las paredes de madera, ahora ese color
está en unas lastimeras partes donde aún no toca el moho y la podrición. De
repente, a pesar de hacer todo lo posible por mantenerme apacible empiezo a ver
el recuerdo de cuando en familia nos unimos para darle el color a la casa,
están todos pintando, hablando de las vacas flacas de doña Marina. Las voces,
el sol en los rostros, el calor del trabajo compartido… todo vuelve, vivo y
fugaz.
La nueva habitante de la casa
estuvo al acecho, esperando pacientemente a que los moradores se marcharan, lo
había invadido todo con su belleza salvaje y desoladora. El viejo samán nunca
había sido tan hermoso en toda la vida que lo usamos para hacer un columpio.
Recordé cuando me estaba columpiando y se reventó el lazo y fui a parar en el
alambrado. Mi propio fantasma me observa mientras se soba lo maltrecho que
quedó, cuando miré mi cicatriz del brazo, el desapareció.
El cielo se empieza a formar para
dar su espectáculo habitual. Puedo jurar que es el mismo que veía cuando mi tío
escuchaba la estación de radio donde ponían las baladas de cinco de la tarde.
De pronto suena una canción suave, como una brisa de recuerdos, pero se vuelve
cada vez más fuerte, más aguda, más insoportable. Caigo de rodillas y el sonido
se corta en seco, aquí me doy cuenta de que no estoy listo. Por ahora, es mejor
irme.
Los colores del cielo se están
tornando más vivos, indiferente ante mi situación - ¿Te burlas de mi fracaso?
Sigues tan fragante sin importante nada porque seguirás ocupando tu lugar,
ahora pasas jullero y no me cobijas más. En un pedazo de manga extrañamente
había una parte seca que hacía la silueta de un humano. Al observarla
detenidamente veo cómo empieza a brotar sangre en podredumbre cada vez más roja
y más liquida hasta que alcanza mis botas. Esto no es real pero el olor
penetrante dice lo contrario. -¡ya no puedo más! Esto no es real, ¡NO ES REAL!
Desde lejos observo cómo se
empiezan a encender las velas de la casa y las siluetas empiezan a habitarla.
La casa nunca estará sola hasta que no haya memoria.
Un cuento profundo y sensorial que explora el peso de la memoria y el duelo, mostrando cómo el pasado persiste como una presencia viva en los lugares que una vez amamos.
ResponderEliminares un cuento donde nos muestra como el pasado hace parte de la memoria de los pueblos un cuento bastante bonito
ResponderEliminarel cuento está muy bien hecho me remitio a mi infancia, a cuando caminaba por las veredas para llegar a la escuela, me llevo a escuchar el canto de los pájaros, este cuento sabe a pueblo, sabe a mi infancia, está muy bien escrito y la historia engancha
ResponderEliminarEl recuerdo, la memoria, la experiencia atravesando al ser que lo cuenta.
ResponderEliminarFué grato leer y recordar momentos, miedos pero sobre todo vida significada a través de este cuento.