A veces, la vida se parece a un muro. Lo supo Elías la mañana en que su nombre desapareció del sistema académico. Había esperado años para volver a la Universidad, y ahora el sistema lo expulsaba con un clic: “Matrícula bloqueada por no pago”.
No fue por falta de ganas ni por
irresponsabilidad. Fue por esa bestia muda que le devoraba el pecho: una
ansiedad que lo paralizaba y lo empujaba al borde. Había sobrevivido
traduciendo textos mal pagados y dibujando mapas antiguos para un librero
ciego. El dinero no alcanzaba. Pero, aun así, pidió reingreso. Y la Universidad
lo aceptó.
Elías escribió cartas. Adjuntó
certificados. Rogó. Argumentó. Citó la Constitución como quien alza una
linterna en un túnel. “Tengo derecho a estudiar”, decía. Pero el muro respondía
con silencio o con artículos fríos: “Artículo 14. El pago debe realizarse en
los plazos estipulados”.
—¿Y si estoy enfermo?
—preguntaba.
—El sistema no contempla excepciones —respondían.
Entonces fue al Palacio de
Justicia, buscando palabras más altas. Presentó una tutela. Llevaba consigo su
historia clínica y una carta que le temblaba en las manos. “No pido privilegios
—escribió—, pido un plazo. Pido que el muro escuche”.
El juez lo negó. El Tribunal
confirmó.
Pero en la última línea de la decisión, alguien escribió: “Acuda, si desea, a
su facultad antes del 13 de junio. Tal vez puedan ayudarle”.
Elías leyó esa frase como quien
encuentra una grieta en el muro. Tal vez no era una puerta. Pero era algo.
La madrugada del 13 de junio tomó
el metro y caminó bajo la lluvia hasta la Universidad. Nadie sabía si podrían
ayudarlo. Nadie sabía si aún existía un trámite. Pero él fue. Porque a veces
—solo a veces— los muros ceden ante quienes no dejan de tocar.
Después, en su cuarto alquilado,
escribió una última carta. No a la Universidad ni al juez, sino a la Corte más
alta del país. No hablaba solo de sí mismo: hablaba de todos los Elías. De
quienes estudian con ansiedad, con hambre, con miedo. De quienes no caben en
los formularios.
Pidió que alguien mirara más allá
de los plazos, los artículos y las pantallas que dicen “bloqueado”.
No pidió justicia para él.
Pidió sentido común para el muro.
A 781 estudiantes de la UN les cancelaron la matrícula en pleno semestre de 2025 por no pago. Este cuento narra la lucha contra el muro para poder seguir estudiando.
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